Yo sabrás, sigo siendo el río,
que viene a dejarte en cestas derramadas
miles de aretes y collares que olvidaron las estrellas,
cuando desnudas jugaron y se amaron en mis aguas.
En esas aguas también encontraras las veredas cristalinas,
que en madrugadas se evaporan
al copular con las arenas y hojas derramadas.
Es aquí donde quiero un día traigas de paseo,
A la hembra esa que adulas en tus poemas.
Aquí dejaras que en tus dominios nunca heredados,
le acaricien y adornen el vaivén de sus figuras.
Deja si que la hembra esa que llamas señora,
desnuda le adornes con la luz de las luciérnagas…
Así: su cuerpo será el paraíso ese en que tu poeta
te pierdes pensando en los placeres de la noche.
Fragmento del poema Yo no vengo a pedir piedad
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