Ahí sé que conociste el desnudo misterio de las rocas,
Congeladas en la sonrisa y su mirada,
estancadas como un sueño lento, eterno
en el latido inmóvil de la montaña,
que admite al Athabasca River llevar su paso,
como una vena que alimenta el corazón de la mirada.

Fragmento del poema Yo no vengo a pedir piedad

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