Desde que tuve uso de razón, vi a mi madre luchar sin dejarse derrotar.
La vi caminar distancias para poder llevar a nuestro hogar, el dinero necesario para darnos alimento, educación y todo lo necesario para que no pasáramos privaciones; nunca las tuvimos.
La lluvia, el sol, no la detenÃan para cumplir con su noble trabajo, fue una gran enfermera, tan abnegada que parecÃa un ángel.
Sólo Dios sabe a cuantas madres atendió para que los hijos vieran la luz de este mundo.
A cuántas personas, sanó sus heridas y enfermedades, fueron incontables.
Aprendà de mi madre, el respeto a la mujer y a ser un hombre responsable. Aprendà que se puede tener lo necesario luchando y fijándose metas.
Recuerdo que a la edad de 9 años, và un camión de madera en el patio de una casa; le dije, mamá, yo quiero uno de esos; ella me respondió, hijo, no me alcanza para comprarlo en este momento, pero algún dÃa lo tendrá.
Cuando estudiaba la primaria me regaló un juego de serruchos, con los cuales fabricaba mis trabajos escolares.
Cuando tenÃa 12 años, se me ocurrió hacer un camión de madera, para lo cual también usé los serruchos. Lo hice muy grande, que todos lo querÃan. TenÃa luces, resortes, frenos, en fÃn, lo hice muy completo.
Cuando lo terminé, le dije a mi madre, ya terminé mi camión.
En ese momento me dijo, hijo, recuerda cuando me pidió un camión?, y yo le dije, algún dÃa lo tendrá. Hoy lo tiene, y lo más importante, que lo hizo con sus propias manos, y de la forma que usted lo querÃa.
Esto me enseñó que en ocasiones no podemos tener lo que queremos, pero llega el momento que se nos dá y con creces.
Por eso digo, mi madre, que mujer, Dios la tenga en su gloria.
Dios bendiga a todas las madres todos los dÃas, porque todos los dÃas son madres.
Autor: Hugo Méndez