Este es un cuento que escribí hace algunos años.

AQUI CUALQUIERA PUEDE

AUTOR: FERNANDO RAMOS
– Puta muchá y si no sale bien.
– Shombre, ya les dije que yo sé cómo son las mierdas.
– Aguas que ahí viene.
Las llaves se le escurren por los dedos, se le quedan trabadas en la bolsa, siempre le cuesta sacarlas; pero le entretiene el forcejeo mientras llega al carro, el tiempo que se tarda en liberarlas es justo el que transcurre hasta llegar, un sonido agudo le avisa que las puertas quedaron sin seguro, asimismo le sirve para localizar el lugar donde se quedó, avanza unos cuantos pasos más y abre la puerta, casi al mismo tiempo dos tipos se suben, el de atrás pone la mano sobre el seguro mientras el otro le apunta un arma a la cabeza.
– ¿Qué pasa?
– Sho ijueputa, manejá y cuidado con hacer algo rato, vos avisá que ya vamos.
– Lobo uno a Lobo dos, nos encontraremos en el punto tres.
El auto sale del parqueo sin que el encargado note algo, en la medida que las cuadras van quedando atrás, menos entiende lo que le pasa. (El carro, de plano; pero había mejores en el parqueo).
– Parquiate ahí cerote, rápido.
Intenta salir corriendo pero un tipo lo recibe, lo jala del pelo, le coloca una bolsa en la cabeza y de un empujón lo introduce en la parte de atrás de un carro con los vidrios polarizados; el segundo se sube por la otra puerta, mientras el tercero, que ya tiene el motor en marcha, inicia el recorrido; esposas en las manos y cinta adhesiva en la boca completan la primera parte del trabajo. (Qué putas me está pasando, siempre pensé que podían desaparecerme si me metía a la
San Carlos; pero por eso me metí a la Mariano, esta mierda no tiene sentido). El tiempo empieza a enredarse, las luces se filtran por la bolsa, el ruido es cada vez menos continuo, más kilómetros, menos luces, pocas luces, pocos motores,unas luces, unos motores, una luz, un motor que va y viene, una puerta que se abre tres veces al día y los días que van pasando sin poder contarlos.
– Yo creo que ya ha pasado suficiente tiempo, la vieja ya debe estar bien ahuevada.
– Muchá vengan a ver las noticias.
– Esas son pajas hombre, ya les dije que yo sé cómo son las mierdas, voy a llamar a la vieja.
El teléfono ha sonado tres veces, mientras vuelve a sonar se escucha la voz de la señora pidiendo a la muchacha que conteste; el teléfono sigue sonando, voltea la muñeca sin despegar la mano del sillón. (Si ya es tarde). Estiende la otra mano y contesta, la voz del otro lado no le deja pronunciar palabra.
– Señora Castillo tenemos a Guayito, si sigue nuestras instrucciones, no le vamos a hacer daño, no llame a la policía, no se mueva de su casa, la vamos a llamar mañana.
El teléfono quedó colgando, no terminaba de asimilar lo que había oído. (Llamar a la policía como si sirviera de algo; además, Guayito anda de viaje; pero me dijo su nombre, sólo espero que sea una broma, voy a llamarlo al hotel). El teléfono hace un ronroneo que impide la comunicación, lo intenta varias veces; pero al final desiste, la voz le da vueltas en la cabeza sin lograr reconocerla. (Quién habrá sido el bromista y si es cierto, no… Guayito anda de viaje; precisamente ahora tenía que arruinarse el teléfono, mejor me voy a acostar; mañana lo llamo). Da mil vueltas en la cama pero al final se queda dormida.
La puerta se abre como siempre, la mano empuja el desayuno. (Sigue sin cortarse las uñas, los vellos en las falanges se le ven más grandes, debe tener como cien en cada una, el reloj es muy bonito, se ve caro, la verdad no me han tratado mal; lo único es que no se puede salir, hoy está mejor el desayuno).
– Llamá ahorita mano, el aparato ya esta listo.
– Señora Castillo, queremos un millón, en efectivo, por la noche nos vamos a comunicar para explicarle cómo hacer la entrega.
(No puede ser cierto, él se llevó su maleta y el taxi lo recogió aquí en la puerta, lo que si es que no se ha comunicado; pero si nunca se comunica, qué se me hizo el número del hotel, qué le pasa al teléfono). Se viste y sale corriendo a llamar a la casa del vecino, los números se van uno tras de otro, el siguiente cada vez mas lento, hasta lograr que se le acumule una eternidad en el oído. (Ocupado). Marca de nuevo, los números ahora tardan más, parece que el segundo empieza a caminar hasta que ha llegado el primero y de la mismo forma los siguientes. (Por fin).
– Le comunico en seguida.
– Aló.
– Guayito mijo.
– Mamá, ya le dije que no quiero que me molesten cuando estoy de vacaciones.
– Ay mijito gracias a Dios…ahí hablamos cuando regreses.
El corazón le bombea de nuevo, da las gracias y regresa a su casa. (Patojos cerotes, hoy sí me van a oír, creen que porque una es vieja…) La llamada no llega y el teléfono sigue sin funcionar, espera algún tiempo, al final decide que tiene mucho que hacer para estar perdiendo el tiempo con esos vagos.

La puerta ha sido abierta dos veces más, la misma mano, el mismo reloj, las agujas que han dado varias vueltas y las uñas sucias.

El teléfono suena y de un salto lo toma entre sus manos.
– Patojos hijos de la gran puta, vayan a chingar a su madre, mi hijo esta fuera del país, yo hablé con él por la mañana.
La voz quedó zumbando en el auricular, no terminaba de entender…
– Puta muchá, nos equivocamos; la vieja dice que su hijo esta fuera del país.
– Yo les dije que algo iba a salir mal, y ahora ¿qué hacemos?.
– Pero la cédula decía Eduardo Castillo.
– Déjenme pensar, ya les dije que yo sé cómo son las mierdas… Pídanle el teléfono de su casa…
La mano tras la puerta le dice que apunte el teléfono de su casa y el nombre de su mamá. La llamada es automática, y sin ningún protocolo indica que lo que quieren es dinero, que lo quieren para el viernes, de lo contrario no volverán a ver a Eduardo.

Los días empiezan a gastar las horas y a aumentar la angustia. (De dónde voy a sacar ese pisto). (Será que tiene para pagarnos). (Tengo algo ahorrado). (Más de algo debe tener). (Los vecinos me han echado el hombro desde que desapareció). (Yo creo que fue una mulada pedirle el dinero de una vez). (Ojalá sea suficiente lo da la colecta). (Por lo menos la mitad que nos dé).

– Ay joven, esto es lo que pude reunir con la ayuda de todos los vecinos; pero devuélvame a mi hijo; es todo lo que tengo.
(Puta, esos vecinos sí que son buena nota)
– Ya vieron cerotes que les dije, yo sé cómo son las mierdas, el siguiente va a ser más fácil, buscamos uno que salga tarde de trabajar, esperamos hasta que se quede solo en la parada de la camioneta, eso sí, la vieja tiene que tener muchos vecinos.
FIN

By fernandoramos

He publicado crítica de cine en Prensa Libre

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