AQUI SE TE EXTRAÑA TANTO
(Crónica tardía del concierto de Arjona en Guatemala)

El guatemalteco promedio sigue sintiendo que Ricardo Arjona le pertenece, por eso un concierto suyo en tierras chapinas siempre estará cargado de nostalgia. Es algo así como el recuerdo de la primera vez que escuché “Verbo no sustantivo”, era finales de los ochentas en la plaza de Los Mártires, de la universidad de San Carlos de Guatemala, el dúo Mano de obra cantaba la que se convertiría en la canción más emblemática de Arjona; jamás supe como llegó a su repertorio. Mateo se llamaba el guitarrista, a quien le faltaba una mano, y rasgueaba la guitarra con lo que le quedaba del brazo, “todos los que pensaron como tú hoy están bocarriba” decía la letra, a la que agregaba los nombres de Colóm Argueta y Oliverio Castañeda. Cosas así se vienen a la mente mientras la cola avanza despacio, pero ordenada. Los que vinieron desde muy temprano se quejan, los que llegamos cuando la cola ya estaba en movimiento nos sentimos con suerte, más aún cuando al llegar a la puerta nos llevan a palco, porque tribuna ya estaba llena. Como en cualquier lapso de espera, el tiempo se hace largo, después de un tiempo aparece una especie de grupo coreográfico y un DJ a quienes nadie pone atención, a la larga cualquier espectáculo previo hubiera sido intrascendente, todos vinieron a ver a Arjona, todo lo que pudiera suceder sería simple relleno. Termina la música del DJ y la gente en la gramilla se arremolina, no falta el que dice “es él, es él”; pero aun falta esperar un poco más. “Minutos, son la morgue del tiempo, cadáveres de momentos, que no vuelven jamás”, es la canción que mejor ilustra la espera, ni siquiera la ola humana que se forma en las gradas evita el tedio, pues son muchos minutos los que han pasado de la hora programada, la hora chapina que le dicen. “Arjona, Arjona”, corean las voces al unísono, y poco tiempo después se encienden las pantallas gigantes del escenario. Un video que expone momentos de la vida del cantante se deja ver. “Ese sólo lo ponen cuando el concierto es en su país”, dice alguien a lo lejos, como queriendo intuir que lo que viene será completamente especial. El video finaliza con la aparición de una figura vestida de negro, quien simula ir caminando por una estación del metro; “hubiera recreado el transmetro mejor”, expresa alguien, con sarcasmo. No hay palabras, ni saludo, canta tres canciones y hasta entonces se detiene; pronuncia algunas palabras y promete cantar todo lo que el público quiera y pida, pues ha sido mucho tiempo de ausencia. Son palabras para emocionarse y esperar una jornada interminable, al fin y al cabo está en su país y hasta su papá vino a verlo. Cuenta anécdotas que se sienten más largas que las canciones, habla del pudor de su abuela, de cómo su madre se fue de mojada, de la primera novia que tuvo, de cada cosa que lo inspiró. Habla y canta. En la medida que avanza el concierto se advierte que todo va de acuerdo a un guión preestablecido, hasta cuando improvisa se ve que todo ha sido preconcebido. El saxo toca un solo de Luna de Xelajú, el graderío se emociona y muchos piensan “que lindo, como está en Guatemala”, mientras la amiga mexicana, que está a la par mía y que lo ha visto varias veces, me toca el hombro y me dice, “en México siempre toca música folklórica de allá”. Habla de nuevo: “para la siguiente canción necesito una modelo”, “va a cantar Tu reputación” bromean por ahí, al mismo tiempo que las cámaras buscan entre el público, la cámara se topa con una pancarta que dice “aquí se te extraña tanto”, él la lee y dice, casi sin detener la búsqueda, “yo también los extraño”. La cámara, finalmente, encuentra a la señora de las cuatro décadas y la canción empieza a sonar. El rostro de la modelo, profundamente emocionada y tirando besos al aire, mientras agradece, se llena de lágrimas; “un favor le está haciendo, porque se ve como de cincuenta” se oye entre el murmullo. Todo mundo cuenta las canciones, pero nadie sabe el número exacto, “van unas quince”, el tiempo pasa volando, pero no se espera todavía el final, pues al inicio ofreció que cantaría todas las que el público quisiera, hay que recordar que el concierto es en Guatemala y tiene que ser especial. En algún momento se cambia de ropa, hasta se pone la camisola de la azul y blanco. Pasadas las dos horas ya no se cuentan canciones, se cuentan minutos, “no hay reloj que de marcha hacia atrás”. Sigue cantando pero llega el momento de oírlo decir “gracias Guatemala”, mientras va para adentro. “Mujeres, Mujeres”, el grito lo hace salir, canta “Mujeres” y luego se va definitivamente, no fue la mejor despedida. “Otra, otra, otra”, gritan en las gradas, pero el estallido de los fuegos pirotécnicos anuncia el final, y es por demás, no volverá a salir. “Dice y hace lo mismo en cada concierto que lo he visto”, me susurra el esposo de la amiga mexicana. Finalmente todo transcurrió de acuerdo al guión, lo último que veo es la pancarta que dice “Aquí se te extraña tanto”.

Fernando Ramos

By fernandoramos

He publicado crítica de cine en Prensa Libre

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